Hoy es el
segundo día que paso en cama gracias a una enfermedad tan común como la gripe.
Es extraño, a
pesar de ser una enfermedad tan común, no por eso deja de ser más sencilla de
llevar: los dolores de cabeza son intensos, mi cuerpo sufre de escalofríos
constantes, mis mocos son abundantes y mi voz se escucha como un patético intento
de sonido coherente que intenta explicar mi estado de ánimo.
Estoy jodida, me
siento jodida y me veo muy jodida.
Me siento mal,
mal por ser tan quejumbrosa. Está claro que esta enfermedad no es ni las
migajas de una enfermedad grave o dolorosa que aquejan a millones de personas
en el mundo.
Tal vez por eso
esta enfermedad tan pasajera que termino por tumbarme en cama sea una forma de
decirme lo afortunada que soy por tener salud los demás días del año. Si duele,
duele más el tragarme mi orgullo ante mi hermano cuando le reprochaba su falta
de salud porque no comía tanto limón como yo y por eso llevaba casi un año sin
enfermarme así.
Sin embargo,
algo me hace sentir mejor. Es el cariño con el que mi mamá me cuida en momentos
como estos. Ya tengo veintitantos y anoche no pude evitar sentirme como una
niña a la que su mamá la mira con ojos de preocupación porque la temperatura de
su hija aumenta hasta hacerla decir incoherencias bobas por la enfermedad.
Así es esto, las
enfermedades nos obligan a mostrarnos vulnerables ante aquellos que sabemos
nunca nos harían daño, al contrario, son ellos los únicos capaces de ayudarnos
a salir adelante.
Por mi parte, es
una suerte que en la escuela hayan otorgado un puente de descanso tan largo el día
de hoy. No hubiera tenido ánimos para asistir a clases de todos modos.
Doris la gata está
al pendiente de mí. Después de calmar a sus gatitos en su caja a un lado de mi
cama, Doris se acerca a olfatearme y depositar en mi frente algunos besitos de
gato. Tal vez siente mi enfermedad. Anoche se durmió encima de mi panza,
ronroneando para tranquilizarme un poco. Pudo haber sido un sueño o quizás un
desvario por la temperatura, pero aún tengo la sensación de su peso contra mi cuerpo.
Después de
acariciar a los gatitos dormilones en su caja, voy y agarro mi lap.
Si no tengo energías
para nada, al menos que mis dedos sean capaces de teclear una líneas para
distraer a la enfermedad. Funciona, realmente funciona. Sin darme cuenta ya
casi llene una hoja con palabras.
Miro por la
ventana y solo encuentro nubes grises, no he salido en todo el día, así que no
se si hace frio afuera. Parece que si o quizás no. Para mí todo el día ha
estado helando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario