La espera



Ella dijo que nos veíamos en la plaza a las 5 de la tarde.


Apenas ese día había reunido el valor para declararme.





Busque temprano en la mañana mi camisa manga larga azul, 

esa que solo me ponía para ocasiones especiales.




Llevaba para ella un sencillo arreglo de flores.
Aunque admito que nervioso iba checando mi reloj,
no dude por un instante en que ella llegaría puntual a la reunión.





Las flores se marchitaron, los minutos se esfumaron tan veloces que no me di cuenta cuando pasaron 30 años de seguirla esperando. 



Ahí, sentado en una banca de la plaza, todavía usando la misma camisa azul.

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