La belleza toxica de las excusas




Tengo una increíble voluntad para inventar excusas. La he tenido desde niña.
Tal vez piensen que es una horrible cualidad (y tienen razón) pero la verdad es que hay que reconocer que las personas que inventamos excusas tenemos la capacidad de crear un argumento que resulte lo suficientemente convincente sobre porque no hicimos determinada actividad que habíamos dicho que haríamos (ya sea a otra persona o convenciéndonos a nosotros mismos).

Y aunque de esta manera suena muy bien, la realidad es que las excusas son trampas que nosotros mismos creamos para impedirnos avanzar.
Sean de la índole que sean, es una manera que nuestro subconsciente adopta como mecanismo de defensa ante el peligro o la ruptura de la rutina como lo implica siempre un cambio.
No importa cuanto nos auto-convenzamos que queramos determinado objetivo, si este implica un cambio significativo de nuestras conductas o actitudes a largo plazo nuestra mente será el primer enemigo que debemos enfrentar.

Y no me digan que miento, hay incluso los que presumen de una inquebrantable fuerza de voluntad pero de vez en cuando ponen excusas cuando no tienen ganas o cuando alguna causa externa les dio la oportunidad de no continuar con los planes que los encaminan hacia sus objetivos.
Todos ponemos excusas, pero lo hacemos por costumbre.

Es desde primaria (kinder para algunos de nosotros) cuando necesitamos de una excusa que nos salve del castigo por no haber hecho la tarea porque preferimos ver Dragon Ball que colorear el león del libro de actividades. Y asi se sigue, nos salimos con la nuestra (¿realmente lo hacemos?) y lo vamos repitiendo en muchas otras etapas de nuestra vida.

Con nuestros padres, con nuestros amigos, con nuestros compañeros, con la sociedad, con la empresa a la que trabajamos, pero tal vez lo más peligroso: con nosotros mismos.
Engañarnos a nosotros mismos implica esforzarnos por convencernos que somos algo tontos.
Implica esforzarse a creer que aquello que buscábamos realmente no era tan importante, que cualquier otro día podriamos lograrlo. Que no es necesario hacerlo ahora, cuando hay algo aún más importante que aquello con lo que soñamos cumplir.

No ponga excusas (yo tampoco lo haré). Comprometámonos a cumplir nuestros objetivos haciéndonos responsables de nosotros mismos.

Solo de nosotros depende tener éxito, y déjenme decirles que las excusas no se llevan bien con el éxito en la vida.
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